viernes, 27 de septiembre de 2013

Diez años. Felicidades, princesa

Recuerdo como si fuera ayer el día que nació. Llevábamos nueve largos meses esperando aquel momento: monta cuna, prepara carro, compra ropa... y cuando a las ocho de la mañana de ese 27 de septiembre (era sábado) sonó el teléfono y oí: "tenemos una niña" sentí tanta felicidad que no tengo palabras con las que explicarlo. Unos cuantos meses antes, iba de compras con mi tía cuando me dijo: ¿"vas a querer ser la madrina"? ahí también sentí una felicidad plena.
Tengo otro ahijado, Aaron, que tiene ahora 17 meses y medio y está, como vulgarmente se dice, para comertelo a bocaítos chicos.  No hay un refrán que dice que a quien Dios no le da hijos el diablo de la sobrinos? pues a mí me ha dado ahijdos... así que yo, tan feliz de la vida! Espero que cuando Aarón cumpla los 10 yo ya tenga un trabajo estable y podamos celebrarlo los dos a lo grande!
Cada vez que pienso en el momento en el que ví a Elsa por primera vez me parto de la risa. Estaba ahí con sus ojazos negros abiertos y mirándonos a todos como diciendo "Sí, ya he llegado. ¿qué os parezco?"
 Hoy se cumplen diez años desde ese momento. ¡Parece mentira! Lo que daría por que se volviera pequeñiiita otra vez y me pidiera que le rascara la espalda "achí no, tata. Defafito" qué momentos!! se me saltan las lágrimas cada vez que lo recuerdo... ¿Por qué los niños tienen que crecer? Ahora le cuesta más darme abracitos y está más pendiente de que le descargue música y le haga rizos en el pelo para verse estupenda. Tiene un prepavo considerable... es lógico, ¿no?
Y sin embargo, no deja de ser una niña y mantiene la ilusión de lo que es. De hecho, lleva espídica toda la semana porque hoy, nos vamos a a París. El mismo día que nació le prometí que cuando hiciera la comunión la llevaría a Disneyland así que aquí estoy: metiéndo planos en la maleta y zapatillas cómodas porque me sé que no voy a parar hasta el domingo. Ella lleva espídica perdida una semana, así que todo será que haya que darle una dormidina para que se tranquilice cuando llegue allí.
Yo por mi parte ya ando con el canguelo típico de los viajes en avión. Mi madre no me entiende porque dice que si tanto miedo tengo por qué no paro de poner el culo en el asiento... Porque sino, no me muevo mamá,  y me gusta conocer sitios lo suficiente como para pasar un poco de miedo las horas previas...
Así que ya os contaré y os enseñaré fotitos a la vuelta... Os contaré también las que vayamos liando por esos lugares... que seguro que no serán pocas! Que tengáis buen fin de semana y que las previsiones de lluvia no arruinen vuestros planes! Nos leemos a la vuelta!



martes, 24 de septiembre de 2013

Me gusta la gente... casi siempre

Hace tiempo leí en algún sitio algo así como que si rechazas la comida, ignoras las costumbres, temes la religión y evitas a la gente, mejor será que te quedes en casa.
No puedo estar más de acuerdo. Me encanta viajar. Y conocer lugares nuevos, comidas diferentes (aunque siempre tengo que estar segura de que haya arroz) y tratar con la gente. Creo que descubres muchas cosas del lugar hablando con los lugareños... aunque también es cierto que hay veces en las que a los lugareños no les gustas tú y se vuelven un poco desagradables... En ese momento montas en el coche pensando: "qué patada en la boca tiene"...


Afortunadamente, son más las veces en las que montas en el coche pensando: "qué maja la señora... con lo pesada que me he puesto".
Las dos situaciones se me dieron el pasado sábado en la misma mañana. Os cuento: después de pasear por Covadonga, me acerqué a una tienda para comprar una vela. Había mucha gente a la puerta y escuché que comentaban que habían ido a buscar a la propietaria que había dicho que llegaría en un minuto. Así fue; un minuto después estaba dentro de la tienda y había dado (literalmente) con la puerta en las narices a una señora que iba a entrar detrás de ella a la vez que le decía "Espere". Esperamos...y esperamos... y esperamos... y a los diez minutos la señora vuelve a hacer un intento de entrar. Entra, y tras ella todos los que estabamos esperando. La buena tendera salió de la trastienda y comenzó a atender con un humor y unas palabras un tanto desagradable... Cuando llegó mi turno y le pedí las velas, me las tiró encima del mostrador junto con una bolsa y me dijo cuánto le debía sin parar de resoplar mientras el resto de clientes le hacía preguntas sobre precios souvenirs. No pude evitar decirle: qué pena que el resto de las tiendas estén cerradas y tengamos que venir a verte a tí. Por suerte cerré la puerta antes de oir la contestación... que seguro no tuvo desperdicio!
Yo sé lo que es trabajar cara al público y sé que hay veces que podrías sacar la catana y rodarían cabezas. Pero es lo que hay. Y si no lo quieres tú, seis millones de españoles matarían por tu puesto.


Por otro lado... por contraposición, como diría mi admirado Dani Rovira, encontré a la persona que hizo que la mañana mereciera la pena. Hay un pueblo por el que llevo años pasando que tiene una maravillosa iglesia en la que nunca había reparado. Entramos al pueblo e hice unas cuantas fotografías al exterior y pregunté a una lugareña si había alguien que pudiera enseñarme el interior de la iglesia. Llamé a una puerta y una mujer, aunque un poco reacia al principio, me preguntó el porqué de mi interés por la iglesia. "Ninguno, señora... solo quiero verla". Así que me abrío la puerta y me contó todos y cada uno de los detalles de todas las tallas y monumentos que había en el templo. Quién había donado cada uno de los santos y en qué momento del año se sacaban de sus posiciones habituales. ¡Si hasta me habló de la antigua abadía a la que pertenecía el pueblo y a la que ya no se puede acceder porque el camino ha quedado bloqueado por zarzas y malezas! Y hablando con la señora descubrí que una prima suya, lugareña como ella, se había casado con un señor de Muñogalindo (¡PROVINCIA DE ÁVILA!) Si es que el mundo es un pañuelo... y desde luego, no lo descubriremos si no intentamos tratar con la gente. Aunque a veces algunas tenderas nos lo pongan difícil!! ;)

jueves, 19 de septiembre de 2013

en cualquier lugar del norte

Acabo de terminar de hacer mi maleta. Este fin de semana me voy con mis padres a cualquier lugar del norte de España. Siempre lo hacemos. Habitualmente vamos más días, pero este año se nos ha echado el tiempo encima y sólo vamos a hacer una escapada. Lo justo para coger fuerzas y empezar bien el otoño.
Algunos de los que leais este blog pensaréis que es fácil decir que te vas a coger fuerzas para volver a empezar cuando no trabajas... Pero os puedo asegurar que tampoco es fácil inciar un curso en la que no tienes nada estable, sólo de vez en cuando un trabajo temporal y no puedes hacer ningún tipo de plan a largo plazo simplemente porque vas a la deriva esperando un soplo de viento a tu favor.

Por eso me escapo con mis padres. Sí, acabo de entrar en la treintena y una vez al año sigo yéndome con mis padres de viaje. Y me encanta. Porque me recuerda a mi infancia y a todo lo que he aprendido a lo largo de mi vida viajando con ellos y descubriendo lugares. Eso sí, siempre del norte... ¡es que mis padres son muy de costumbres!
La primera vez que vi el mar fue en Vigo. Creo que tenía ocho años y era la primera vez que salíamos de vacaciones.
El destino elegido fue Galicia porque mi padre había hecho la Mili allí y como que tenía una promesa tácita de volver cuando tuviera familia.
 
Desde entonces, año tras año, al llegar septiembre poníamos rumbo al norte. Recuerdo que ninguno de ellos tenía carnet de conducir así que hacíamos el viaje en tren. Un talgo que tardaba más de siete horas en llegar a su destino... El viaje se hacía eterno, pero merecía la pena. ¡Cómo lloraba en el viaje de vuelta! jajaja. Cada vez que lo pienso... me dan ganas de poner un monito de esos con los ojos tapados de los emoticonos del wassapp!!
La vida fue avanzando y al fin nos motorizamos! La adquisición de vehículo propio nos permitió conocer otros lugares del norte: Comillas, Santillana del Mar, Cudillero, Luarca... mis recuerdos de vacaciones se forjan en cualquier pueblo de la costa cantábrica. Por eso vuelvo cada año... para no olvidar que parte de lo que soy también está allí y porque el aire del norte te dibuja una sonrisa en la cara que suele tardar semanas en desaparecer! :)

martes, 17 de septiembre de 2013

Inspiración

Hace un tiempo encontré en internet una foto que me encantó. Os la dejo aquí y os cuento una historia de tantas que me inspiró.


Los rápidos toques en la puerta la sobresaltaron y despertó de golpe de ese letargo en el que llevaba rato sumida. Le costó un par de segundos ubicarse y correr a abrir. La joven camarera del hotel echó un rápido vistazo a ambos lados del pasillo antes de sacar de su delantal un papel doblado y entregárselo a la mujer que tenía en frente. Ella, con paso decidido, volvió a adentrarse en la habitación y cogió del aparador unos cuantos francos que entregó, con una sonrisa cómplice, a la camarera que esperaba nerviosa la orden de retirarse.
Cuando ella se quedó sola se dejó caer en el sillón de aquella lujosa habitación y abrió el papel con dedos temblorosos. Llevaba esperando esa nota más de tres semanas; un tiempo que había pasado lentamente y en el que su preocupación había aumentado por momentos. Tres semanas en las que cada tarde inventaba una excusa para salir y recorrer las estrechas calles que separaban su casa de aquel hotel en el que a nadie le parecía extraño que ella, la distinguida esposa de un ocupadísimo miembro del gobierno francés, se ocultara de fiestas, reuniones y discusiones sobre una guerra que parecía no terminar nunca, y buscara un poco de intimidad. Le gustaba ese hotel porque allí nadie hacía comentarios sobre aquel periodista con pasaporte británico que se reunía con ella el tercer jueves de cada mes y con el que permanecía encerrada en la habitación incontables horas. ¿Quién iba a saber que el pasaporte era falso?
Ella se vistió tranquila, sonriendo al pensar en cuánto tardaría él en quitarle la ropa y recordó las largas noches en las que un espía de las potencias del eje, le sacaba entre besos todos los planes y movimientos que estaban forjándose en el bando aliado. Ambos sabían cual era su papel en esos encuentros y ambos lo aceptaban de buena gana.
Ella se colocó el sombrero y se enfundó en aquel carísimo abrigo con apliques de visón, el último regalo con el que su importante marido había querido expiar sus culpas, y ella había dejado que lo hiciera. Volvió a mirarse por última vez en el espejo y salió de la habitación. Bajó las escaleras demasiado deprisa para los tacones y salió al frío invierno parisino. Nunca le esperaba en la calle por miedo a que alguien la reonociera y no supiera qué inventar, pero aquella vez no le importó. Caminaba de un lado para otro junto a la puerta del hotel mientras la Torre Eiffel, regia y silenciosa vigilaba sus pasos. Y en ese momento, con la Dama de Hierro como único testigo, lo vió subir las escaleras de la plaza. El también la vio y sonrió. Había pasado demasiados días recordando su sonrisa y extrañando su aroma. Aceleró el paso y cuando llegó junto a ella la abrazó como si fuera la última vez. No iba desencaminado. Un disparo sonó demasiado cerca; tanto, que no le dió tiempo a comprobar de dónde había venido. Un segundo después estaba de rodillas y un pequeño grupo de personas se agolpaba a su alrededor. Miró hacia abajo y la vio muerta en sus brazos. Su vida empezaba a desmoronarse...

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Donde termina la diversión y empieza el miedo

Acaban de llegar mis tíos de vacaciones. Vienen contando sus aventuras y peripecias playeras. La niña, de diez años menos diecisiete días, me cuenta súper emocionada las miles de cosas a las que ha jugado, los amigos que ha hecho nuevos y la pereza que le da volver al cole... Mi tía, quejándose de los cinco quilos que trae de más y que la estarán persiguiendo hasta la primavera... me hace tanta gracia que ya no le hago ni caso. ¡Todos los años es igual! Igual de pesada, digo...
¿Y mi tío? le pregunto que si se lo ha pasado bien y me dice muy serio: "Sí, pero mira la herida que tengo en el brazo". Me enseña el brazo y, ciertamente, le veo una serie de arañazos un tanto extraños. Y cuando le pregunto qué cómo se lo ha hecho me dice que fue mi tía que lo agarró con todas las fuerzas que tenía mientras estaban en un simulador en Terra Mítica en el que no aparecían más que serpientes que se te echaban encima a la vez que por los pies pasaban una tela que imitaban el tacto de los reptiles. Mi tía tiene tanto miedo a las serpietes como yo. ¿Qué hacemos? Estoy convencida de que yo, probablemente, no lo hubiera contado. Y es más, estoy convencida de que hubiera hecho algo más que arañar a mi marido. No sé... sacarle los ojos, o algo...
Igual os parece una tontería... al fin y al cabo no deja de ser una atracción de un parque, todo mentira... Sí, pero a mí me hace preguntarme dónde acaba la diversión y dónde empieza el miedo. Es cierto que yo soy una persona miedosa por naturaleza. No lo puedo evitar. Mi madre dice que el miedo es libre y que cada uno tiene lo que quiere... Pero me da terror plantearme siquiera entrar en la casa del terror de alguno de los parques más famosos del mundo. No lo concibo como diversión y, si alguna vez llegara a entrar dudo que disfrutara dentro...
Recuerdo una vez, en el Parque de atracciones de Madrid, ver salir de la casa del terror a una chica llorando y a un chico con la camiseta rota. Todavía me pregunto qué diversión fue la que sacaron aquellos dos aquel día...
Es cierto que mucha gente disfruta con ello. Lo entiendo y lo respeto. Lo que no entiendo es que sabiendo a lo que vas, continúes entrando. ¿Me lo explicáis?
Es como si alguien que tiene miedo a las alturas se monta en una montaña rusa que se ve a veinte kilómetros de distancia!! Lo menos que te puede pasar es que bajes y tengas que sentarte con un ataque de pánico. Qué guay! qué diversión... No... sigo sin entenderlo. Pero vamos, que a mí me encantan los parques de atracciones, ¿eh? sin casas del terror, eso sí. Que me conozco...  La verdad es que tengo muy buenos recuerdos de las veces que he estado en ellos y volvería sin pensarlo a Port Aventura...¡Qué recuerdos! Algún día os hablaré de mi excursión a Port Aventura... :) Ahora os dejo, que todavía no sé si hay que echarle a mi tío mercromina en los arañazos!


lunes, 9 de septiembre de 2013

Volver a empezar

Siempre he considerado septiembre un mes mágico. Un mes de reencuentros, de vuelta al cole, de forrar libros, afilar pinturas y preparar proyectos y metas que se irán forjando a lo largo del curso. Por eso, me ha parecido una buena idea iniciar este proyecto hoy: 9 de septiembre. 


Este blog es para mí como una vuelta al cole. Hace unos meses inicié, de la mano de Tribuna Ávila, el proyecto andadas, un blog de viajes semanal que me reactivó el gusanillo de la escritura que hasta entonces tenía un poco aletargado...que no olvidado! ;) 
Las cosas en Tribuna empezaron a ponerse feas y, muchos de los lectores de andadas me sugirieron que iniciara un blog por libre... así que aquí estoy.


Una historia de tantas nace con la intención de acercarme a vosotros y contaros en cada post algo nuevo: un libro que esté leyendo, un nuevo proyecto, una noticia que me haya interesado... Porque hay tantas historias que me apetece compartir que no veo mejor forma de hacerlo. Quiero daros las gracias por anticipado a todos los que empecéis a leerme y pediros, por favor, que no os cortéis en comentar, opinar y sugerir todo lo que os apetezca. Porque al fin y al cabo... Todos tenemos una historia de tantas que, quizás, merezca la pena ser contada