Así que aquí estoy hoy para contaros mi fin de semana en Disney...
La primera parada: Barajas. Y el primer encuentro: Carmen Lomana. ¡Qué mujer más maja, por favor! y ¡qué guapa! Los niños fueron corriendo a hacerse una foto con ella y la verdad es que no puso ninguna pega en ningún momento.. al contrario, siempre con una sonrisa.
El vuelo de ida fue muy tranquilo (todo lo tranquilo que un vuelo puede ser) y cuando llegamos París y salimos de la terminal, llegó el primer problema: no había nadie esperándonos para llevarnos al hotel. Qué rabia me dan esas cosas... contratas un traslado para olvidarte de preocupaciones y la primera preocupación cuando llegas allí es el traslado... La verdad es que la angustia duró poco y a los veinte minutos íbamos los seis en una furgoneta conducida por un señor que parecía salido de Tiana y el sapo. Empezaba el cuento.
El hotel genial. Enorme. Mil habitaciones, a niño y medio por habitación... podéis haceros una idea de cómo estaba aquello...
sonó el despertador y a las 8 de la mañana estabamos entrando en el parque. Todavía se me ponen los pelos de punta al recordar la entrada y ver el castillo. Es una sensación increíble. Pero si encima vas con una niña loca por las princesas, la sensación se incrementa un cien por cien. Entramos, vimos al dragón en su guarida y recorrimos todas las etancias del hogar de la Bella Durmiente. Después fuimos a la atracción de Peter Pan, que nos encantó a todos porque parece que, como él, vas volando por encima de la ciudad de Londres. A partir de ahí, una sucesión de interminables colas, fantásticas atracciones y una constante liberación de adrenalina. Sobre todo en la atracción de Piratas del Caribe y en el tren de la mina. De vez en cuando miraba a Elsa y, la verdad, es que me encantaba ver su cara y su impaciencia por montar en todo y ver más y más cosas. A las cinco, la cabalgata del 20 aniversario. A mi juicio se quedó un poco corta...pero vamos, que con la emoción que tenía yo, podría haber estado viendo pasar princesas tooooda la tarde! :) El cansancio ya empezaba a hacer mella en nosotros y dedicamos la tarde a las atracciones más suaves: los barquitos, el laberinto de Alicia en el País de las maravillas... y a las diez de la noche, los fuegos artificiales.
De verdad que te quedas sin palabras cuando lo ves. Es increíble el juego de luces, música, el espectáculo en 3D en las fuentes y los fuegos artificiales. Os puedo asegurar que hubo un momento en el que se me saltaron hasta las lágrimas. Maravilloso.
Cuando terminan los fuegos cierran el parque así que tardamos más de media hora en poder salir... Fuimos a cenar a un restaurante muy americano, con un descapotable rosa en la puerta y los camareros patinando... muy del rollo Tommy Mel´s. La cena estuvo bien, pero de repente se nos ocurrió mirar a la calle... ¡SE HABÍA ABIERTO EL CIELO! ¡Qué tormenta! La vuelta al hotel fue de película... yo como Moisés, andando sobre las aguas. Imaginaos... iba con bailarinas... Las bailarinas acabaron en la basura, claro. Y entrar en el recinto del hotel que estaba más oscuro que la boca de un lobo, con los truenos que daban y los rayos que había.... No os digo más: Elsa durmió con su madre. Y yo porque no me dejaron... (es broma, eh?)
La verdad es que ha sido un fin de semana increíble; lleno de risas, de juegos, de ilusión. Nos gustó tanto a todos que ya estamos planeando volver. Ójala podamos cumplirlo. Mientras tanto, seguiremos recordando cada momento, cada risa, cada atracción y cada foto. Os dejo aquí un vídeo que he encontrado en Youtube con el espectáculo del Castillo. Ya me diréis a ver qué os parece!
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