miércoles, 11 de septiembre de 2013

Donde termina la diversión y empieza el miedo

Acaban de llegar mis tíos de vacaciones. Vienen contando sus aventuras y peripecias playeras. La niña, de diez años menos diecisiete días, me cuenta súper emocionada las miles de cosas a las que ha jugado, los amigos que ha hecho nuevos y la pereza que le da volver al cole... Mi tía, quejándose de los cinco quilos que trae de más y que la estarán persiguiendo hasta la primavera... me hace tanta gracia que ya no le hago ni caso. ¡Todos los años es igual! Igual de pesada, digo...
¿Y mi tío? le pregunto que si se lo ha pasado bien y me dice muy serio: "Sí, pero mira la herida que tengo en el brazo". Me enseña el brazo y, ciertamente, le veo una serie de arañazos un tanto extraños. Y cuando le pregunto qué cómo se lo ha hecho me dice que fue mi tía que lo agarró con todas las fuerzas que tenía mientras estaban en un simulador en Terra Mítica en el que no aparecían más que serpientes que se te echaban encima a la vez que por los pies pasaban una tela que imitaban el tacto de los reptiles. Mi tía tiene tanto miedo a las serpietes como yo. ¿Qué hacemos? Estoy convencida de que yo, probablemente, no lo hubiera contado. Y es más, estoy convencida de que hubiera hecho algo más que arañar a mi marido. No sé... sacarle los ojos, o algo...
Igual os parece una tontería... al fin y al cabo no deja de ser una atracción de un parque, todo mentira... Sí, pero a mí me hace preguntarme dónde acaba la diversión y dónde empieza el miedo. Es cierto que yo soy una persona miedosa por naturaleza. No lo puedo evitar. Mi madre dice que el miedo es libre y que cada uno tiene lo que quiere... Pero me da terror plantearme siquiera entrar en la casa del terror de alguno de los parques más famosos del mundo. No lo concibo como diversión y, si alguna vez llegara a entrar dudo que disfrutara dentro...
Recuerdo una vez, en el Parque de atracciones de Madrid, ver salir de la casa del terror a una chica llorando y a un chico con la camiseta rota. Todavía me pregunto qué diversión fue la que sacaron aquellos dos aquel día...
Es cierto que mucha gente disfruta con ello. Lo entiendo y lo respeto. Lo que no entiendo es que sabiendo a lo que vas, continúes entrando. ¿Me lo explicáis?
Es como si alguien que tiene miedo a las alturas se monta en una montaña rusa que se ve a veinte kilómetros de distancia!! Lo menos que te puede pasar es que bajes y tengas que sentarte con un ataque de pánico. Qué guay! qué diversión... No... sigo sin entenderlo. Pero vamos, que a mí me encantan los parques de atracciones, ¿eh? sin casas del terror, eso sí. Que me conozco...  La verdad es que tengo muy buenos recuerdos de las veces que he estado en ellos y volvería sin pensarlo a Port Aventura...¡Qué recuerdos! Algún día os hablaré de mi excursión a Port Aventura... :) Ahora os dejo, que todavía no sé si hay que echarle a mi tío mercromina en los arañazos!


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