martes, 24 de septiembre de 2013

Me gusta la gente... casi siempre

Hace tiempo leí en algún sitio algo así como que si rechazas la comida, ignoras las costumbres, temes la religión y evitas a la gente, mejor será que te quedes en casa.
No puedo estar más de acuerdo. Me encanta viajar. Y conocer lugares nuevos, comidas diferentes (aunque siempre tengo que estar segura de que haya arroz) y tratar con la gente. Creo que descubres muchas cosas del lugar hablando con los lugareños... aunque también es cierto que hay veces en las que a los lugareños no les gustas tú y se vuelven un poco desagradables... En ese momento montas en el coche pensando: "qué patada en la boca tiene"...


Afortunadamente, son más las veces en las que montas en el coche pensando: "qué maja la señora... con lo pesada que me he puesto".
Las dos situaciones se me dieron el pasado sábado en la misma mañana. Os cuento: después de pasear por Covadonga, me acerqué a una tienda para comprar una vela. Había mucha gente a la puerta y escuché que comentaban que habían ido a buscar a la propietaria que había dicho que llegaría en un minuto. Así fue; un minuto después estaba dentro de la tienda y había dado (literalmente) con la puerta en las narices a una señora que iba a entrar detrás de ella a la vez que le decía "Espere". Esperamos...y esperamos... y esperamos... y a los diez minutos la señora vuelve a hacer un intento de entrar. Entra, y tras ella todos los que estabamos esperando. La buena tendera salió de la trastienda y comenzó a atender con un humor y unas palabras un tanto desagradable... Cuando llegó mi turno y le pedí las velas, me las tiró encima del mostrador junto con una bolsa y me dijo cuánto le debía sin parar de resoplar mientras el resto de clientes le hacía preguntas sobre precios souvenirs. No pude evitar decirle: qué pena que el resto de las tiendas estén cerradas y tengamos que venir a verte a tí. Por suerte cerré la puerta antes de oir la contestación... que seguro no tuvo desperdicio!
Yo sé lo que es trabajar cara al público y sé que hay veces que podrías sacar la catana y rodarían cabezas. Pero es lo que hay. Y si no lo quieres tú, seis millones de españoles matarían por tu puesto.


Por otro lado... por contraposición, como diría mi admirado Dani Rovira, encontré a la persona que hizo que la mañana mereciera la pena. Hay un pueblo por el que llevo años pasando que tiene una maravillosa iglesia en la que nunca había reparado. Entramos al pueblo e hice unas cuantas fotografías al exterior y pregunté a una lugareña si había alguien que pudiera enseñarme el interior de la iglesia. Llamé a una puerta y una mujer, aunque un poco reacia al principio, me preguntó el porqué de mi interés por la iglesia. "Ninguno, señora... solo quiero verla". Así que me abrío la puerta y me contó todos y cada uno de los detalles de todas las tallas y monumentos que había en el templo. Quién había donado cada uno de los santos y en qué momento del año se sacaban de sus posiciones habituales. ¡Si hasta me habló de la antigua abadía a la que pertenecía el pueblo y a la que ya no se puede acceder porque el camino ha quedado bloqueado por zarzas y malezas! Y hablando con la señora descubrí que una prima suya, lugareña como ella, se había casado con un señor de Muñogalindo (¡PROVINCIA DE ÁVILA!) Si es que el mundo es un pañuelo... y desde luego, no lo descubriremos si no intentamos tratar con la gente. Aunque a veces algunas tenderas nos lo pongan difícil!! ;)

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